Weber, según la concisa pero aguda afirmación de Hans Erich Pfitzner, «vino al mundo para componer Der Freischütz» y, efectivamente, su fama de compositor sería bastante reducida si se le debería juzgar por sus trabajos instrumentales: el músico que dio a Alemania su Ópera nacional, el primer compositor centroeuropeo capaz en el fondo, de recibir las instancias del Romanticismo y de llevarlas al lenguaje musical y dramático, se manifiesta en la obras de cámara y sinfónicas, de manera elegante, aristócrata, fiel a una escritura brillante y exterior que había heredado de su familia y aprendido en la escuela de sus primeros maestros.
Es necesario, sin embargo, reconocer en las páginas instrumentales de Weber el mérito de haber contribuido al desarrollo del lenguaje orquestal: la frase musical, más allá del aspecto hermoso y puramente hedonista, consigue reflejar perfectamente las posibilidades técnicas y expresivas de los instrumentos. El ejemplo más característico a este respecto procede del clarinete, instrumento que, después de Haydn y Mozart alcanza en la brillante elegancia de Weber una completa valoración. Su interés por el clarinete se nutrió en la amistad de Heinrich Baermann, clarinetista en la orquesta de la Capilla Real de Munich, inspirador del músico como lo había sido Anton Stadler de Mozart.
El primer trabajo que Weber dedicó a su amigo fue el Concertino op. 26 compuesto en 1811. Dividida en tres breves movimientos (Adagio ma non troppo -Andante con variazioni- Allegro), la obra presenta un comienzo orquestal tempestuoso que pronto se serena para dar paso a la triste melodía descendente del clarinete el cual, inmediatamente, jugando sobre dos diferentes registros dialoga consigo consigo mismo. En el movimiento central el instrumento solista expone un tema, de comienzo vagamente mozartiano, en el que la continuidad del canto es perturbada por las sucesivas variantes.
Introducido por un sombrío episodio orquestal al que el clarinete une la voz triste de sus sonidos más cálidos, el Allegro final destaca la luminosa habilidad alcanzada en el registro agudo del instrumento solista. La breve composición tiene un carácter operístico que la enlaza en este aspecto al Konzertstück op. 9 para piano y reafirma que «la fantasía musical de Weber tiende a manifestarse siempre según una directiva potencialmente dramática» (F.Degrada).
El Concierto Nº1, después de un tímido comienzo en fa menor, presenta un pasaje fuerte y amenazador al que sigue la entrada del clarinete, que exhibe luego toda a los burbujeantes agudos En el segundo movimiento (Adagio ma non troppo) el clarinete entona un melancólico tema en modo mayor; después el discurso melódico se traslada a la orquesta mientras el solista pasa a un papel ornamental. Con un imprevisto cambio d ecolor, un cuarteto de cornos inicia un trozo lírico al que responde el clarinete con una segunda melodía, mientras los cornos hacen de fondo hasta el final del movimiento a una atmósfera misteriosa y romántica.
En perfecto contraste con el segundo movimiento, el Rondó final, alegre y popular, permite al clarinete entregarse a acrobáticas espirales propicias para evidenciar el timbre claro y penetrante del registro agudo. El Quinteto op. 34, compuesto para Bearmann en 1815, presenta más el aspecto de un Cuarteto con clarinete obligato que el de un Quinteto, tal la importancia concedida al instrumento de viento. Por su aspecto escasamente camaristico, se lo puede considerar resueltamente como un Concierto para clarinete con el conjunto orquestal reducido a lo esencial.
En el primer movimiento, Allegro, el clarinete alterna frases patéticas, dialogadas con los arcos, con pasajes de agilidad subrayados por el acompañamiento ritmo del cuarteto.
En la Fantasía (Adagio) que sigue, los arcos introducen tímidamente una emotiva melodía del clarinete que en un sucesivo desarrollo anticipa claramente la Marcha fúnebre de Chopin.
En el Rondó (Allegro giocoso) que concluye la obra, las piruetas del clarinete, sobre un acompañamiento galopante de los arcos, están destinadas a magnificar la agilidad del instrumento y la habilidad del instrumentista.


