George Gershwin nació en Brooklyn el 26 de septiembre de 1898 en el seno de una modestisima familia de hebreos que poco tiempo antes habían emigrado de Rusia y pasó su infancia en los barrios populares de Nueva York. Brooklyn, luego East Side Chinatown y Harlem, entre italianos, negros, polacos, chinos, rusos, húngaros e irlandeses.
Sus primeros contactos con la música fueron naturalmente los encuentros cotidianos y ocasionales con las viejas canciones populares, las Ballads sentimentales y románticas de la nueva moda, los desesperados Blues y los Ragtimes saltarines cantados por blancos y negros en las calles de aquellos barrios populares y que en las hosterías y en los burdeles hacian oír aburridos pianistas con la visera verde y en mangas de camisa.
La primera música seria que tuve ocasión de escuchar — escribirá más tarde el ya ilustre autor de Rapsodia in Blue —fue la célebre Melodía en fa de Rubinstein ejecutada, Dios sabe cómo, por una vieja y afónica pianola que se hacía funcionar por medio de monedas. En verdad confieso que aquella música no me agradó del todo, me pareció bastante menos hermosa que las canciones y los Blues que los vagabundos, los desocupados y el peón del lechero cantaban todos los días bajo las ventanas de mi casa”
En cierta oportunidad — George tenía entonces once o doce años — el director de su escuela resolvió organizar un concierto. Se escuchó a un violinista prodigio, el niño Max Rosenzweig. Gershwin, entre todos sus compañeros, asistió al concierto y fue tal su impresión sobre todo por la Humoresque de Dvorák ejecutada como bis — que al día siguiente se atrevió a presentarse en casa de Max. Gershwin y Rosenzweig se hicieron grandes amigos.
El precoz violinista introdujo a George en el mágico mundo de la música y lo convenció de que iniciara de inmediato estudios más o menos regulares. Al principio, una modesta maestra, Miss Green, luego el director de la Hungarian Band de Bast Side, Mr. Goldfarb y por último, el sensible e inteligente Charles Hambitzer, se ocuparon, con métodos bastante dudosos y esencialmente empíricos, de la primera instrucción musical del futuro autor de «Porgy and Bess». En 1913, cansado de los ejercicios de Beyer y los inútiles potpourris de Il trovatore y Norma y a causa también de apremios económicos, Gershwin de dieciséis años apenas, abandonó sus tediosos maestros y entró como simple song-plugger en la gran fábrica de la canción americana en Tin Pan Alley, la fragorosa «calle de las vasijas de lata”
Escribe David Ewen: Cuando George llegó, tímido y temeroso a Tin Pan Alley, el mágico y resonante barrio de la canción levantaba sus establecimientos exactamente en el centro de Nueva York, a lo largo de la calle 28 entre la Quinta y la Sexta Avenida. Tin Pan Alley era entonces casi como hoy, la infatigable fragua de todos los éxitos de la música ligera americana. En las oficinas de aquellas casas editoras el trabajo era intenso y de suma responsabilidad. Se trataba sobre todo de percibir con oído extraordinariamente atento las mutaciones tan imprevisibles del gusto popular con el fin de brindar de inmediato a cada extrañísimo de seo, su acertada expresión musical. Era necesario, además, analizar la fórmula de los éxitos ajenos, de los rivales, de los competidores para des cubrir su secreta estructura y revelar las eventuales posibilidades de un nuevo aprovechamiento intensivo aunque fuera con los fáciles signos exteriores de un ropaje renovado Pin Pan Alley debla alimentar con ele mentos siempre nuevos la insaciable apetencia de todos los cantantes y de todas las orquestas de los Estados y realizaba esta función tan importante a ritmo febril en esa vertiginosa carrera de ganancias, de fortunas imprevisibles, de fracasos inexplicables. Pin Pan Alley sabía formar en una sola noche la celebridad de un músico y su riqueza así como podía precipitar a otro, ilustre hasta la víspera, al ambiente miserable de los tabarís de Bowery, barrio popular de Nueva York.


