
Cualquiera que se haya acercado a la canción criolla tiene incorporados algunos nombres que cimentan, en la memoria, la enorme arquitectura del canto popular, tan variado en matices y personalidades.
Entre esos datos, es probable que a Néstor Feria se lo ubique como aquel del gran con la milonga “En Blanco y Negro”, y…algo más.
Para imaginar los primeros altos del siglo es necesario componer un cuadro de situación: en una ciudad que nada sabía del interior nacional, a la que le sobraban los dedos de una mano para identificar a los cantores de tango – cada vez más reconocido-, y que sólo se aproximaba a algunos contenidos de tono campero cuando algún Corsini-Gardel-Razzano desgranaba un dato entre su repertorio.
Eran, además, los tiempos de encuentros diurnos en el Bajo Belgrano: ambiente de stud tenidas musicales, donde Rosendo acapara la atención y sembraba un germen que compartiría con tantos otros anónimos contemporáneos.
En ese marco apareció Néstor Ferias, el joven oriental,nacido en Fray Marcos, que en 1911, a los 14 años, llegó a Buenos Aires.
No eran tiempos fáciles para el puñado de canciones que traía. La indiferencia por el folklore era notoria, a tal punto que en las confiterías, los únicos lugares accesibles para las presentaciones, desdeñaba al género, sobre todo, por ignorar su existencia.
El debut fue en radio Mitre luciendo como gran mérito la experiencia acumulada y la personalidad de sus voz.
Gracias a eso consiguió sumarse a Fernando Ochoa, de gran popularidad ya por entonces. Con él realizó una exitosa gira, a partir de la cual se fue delineando el gran impacto emocional que causaba con…. “Vos, china, sos negra de alma, negra como mi caballo negro”, ( fragmento de “En blanco y negro”, versos de Fernán Silva Valdez convertidos en creditos para la consolidación de su carrera).
La historia de los teatros de Buenos Aires conoce el significado y la intuición del famoso empresario Pascual Carcavallo, quien entre sus enormes méritos, cuenta con el de posibilitar la feria uno de sus escenarios, convirtiéndose en el potenciador de su carrera.
Aí, Feria inició la etapa de viajes por el norte, que le sirvió de bisagra y le deparó un mundo insospechado, hasta entonces.
Aparecieron las zambas y las bagualas. Los aires del valle y de la montaña que modelaban un estilo nuevo.
A su regreso, encontró en los ciclos de Radio Belgrano el mejor medio para consolidar su legítima popularidad.
Sobrevinieron los primeros síntomas del deterioro en su salud, y esa situación lo obligó a ir y volver continuamente de Córdoba, en busca de temporales alivios.
El cuadro fue complicándose hasta un fatídico día: el 26 de septiembre de 1948.
Al apagarse su existencia, su nombre renació con los años en las tonalidades propias de los precur- sores que, sin ser conscientes del rol iniciador, inscribieron los primeros renglones de una apasionante historia «bordonada» en guitarras «estuleras», al comienzo, y sobrevolando alturas de le- yenda a la hora de ensayar la evocación.


