Música para clarinete

Francisco Sguera

Música para clarinete

Una nueva voz para la orquesta

Su voz es la del amor heroico y si las masas de instrumentos de metal, en las grandes composiciones militares, despiertan la idea de una tropa de guerreros cubiertos de lucientes armaduras marchando hacia la gloria o hacia la muerte, los múltiples unísonos de clarinetes, percibidos simultáneamente, parecen representar las mujeres amadas, las amantes de ojos altivos, de pasión profunda que el fragor de las armas exalta, mujeres que cantan en la batalla, coronan a os vencedores o mueren con los vencidos. Nunca he podido escuchar desde lejos una banda militar sin sentirme vivamente conmovido por el timbre femenino de los clarinetes e inquietado por imágenes como las que va despertando la lectura de las antiguas epopeyas. Este hermoso timbre de soprano instrumental, tan sonoro, tan rico de acentos penetrantes cuando actúa en conjunto, estando solo gana en delicadeza, en matices y en sentimientos misteriosos aunque pierde en fuerza y en poderosos impulsos. Nada más virginal y puro que el colorido dado a ciertas melodías por el timbre del registro medio de un clarinete en manos de un hábil maestro. Entre los instrumentos de viento es el que mejor puede hacer surgir, reforzar, disminuir y desvanecer un sonido y como consecuencia de ello, posee la preciosa facultad de evocar lo lejano, el eco, el eco del eco, el sonido crepuscular. ¡Qué ejemplo tan admirable podría citar sino el de la aplicación de estos coloridos a aquella frase pensativa en mitad del Allegro de la Obertura de Der Freischütz, acompañada por el tremolo* de los instrumentos de cuerda!. Ella es también la virgen aislada, la rubia prometida del cazador que, fijos los ojos en el cielo, mezcla sus tiernos gemidos al susurro del viento que se rompe entre las ramas de la añosa floresta… ¡Oh, Weber…!

«Retrato de Car Marial von Weber», de von Schimon. Foto Ferdinand Urbans

 En esta página de Hector Berlioz (1803-1869), en su prosa tan retórica encontramos una descripción de las cualidades expresivas del clarinete, instrumento que justamente en el siglo XIX es particularmente apreciado por los músicos gracias a su capacidad de adaptarse a las más variadas exigencias de agilidad, expresión, color y caracterización.

En tiempos como los nuestros en que se tiende a superar el juicio típicamente romántico ligado a ciertas categorías (caracter varonil y heroico o femenino y virginal, atribuido ya al sonido de los instrumentos, ya al modo mayor o menor de una composición) la descripción de Berlioz nos resulta algo limitativa por cuanto ve en el clarinete a un intérprete de atmósferas misteriosas y de sentimientos delicados y amorosos. ¿Qué día habría dicho Berlioz si hubiera podido escuchar el inicio de la Rapsodia “in blue», de Gershwin, o ciertas cortantes “apariciones” del clarinete en la música de jazz?. Ciertamente este instrumento, relativamente joven comparado con otros ya existentes en antiguas civilizaciones (flauta, trompeta, arpa) posee una gama expresiva tan amplia que se lo podría proclamar el más completo de los instrumentos de viento. Según el registro (grave, medio, agudo) sus notas pueden evocar la dulzura y la melancolía del oboe, resultar cortantes y penetrantes como las de la flauta o en ciertos casos remedar el sonido agudo y vibrante de una pequeña trompeta.Ningún otro instrumento de viento puede como el clarinete atacar un sonido con extrema dulzura para después reforzarlo y llegar al fortissimo o, al contrario, desde un sonido forte gradualmente pasar al pianissimo.

A la extrema variedad dinámica, el clarinete une una envidiable riqueza tímbrica (con posibilidad de definir múltiples “colores”) y una notable extensión que supera las tres octavas. Por tales peculiaridades y por las posibilidades técnicas que le permiten afrontar con desenvoltura pasajes de gran agilidad, el clarinete ostenta una literatura que en el lapso de casi dos siglos, ha abarcado casi todos los generos musicales. de las páginas camerísticas a las obras sinfónicas de la Ópera a la música sacra, del jazz a la música ligera y al folklore.

 Veamos ahora los orígenes de este peculiar instrumento. En 1690 en Nuremberg, Christoph Denne, presentó un chalumeau (antiguo instrumento francés de lengüeta) transformado por él y llamado clarinete; con un décimo orificio, el artesano de Leipzig había logrado aumentar la extensión del instrumento originario mediante el desplazamiento a una duodécima (una octava más una quinta) hacia el registro agudo.

El nuevo instrumento que a través de sucesivas. modificaciones alcanzará su estructura definitiva en la segunda mitad del siglo XIX- pareció responder a las nuevas exigencias de la música del siglo XVlII (así llegará a ser una “voz” insustituible del Romanticismo musical recibiendo el favor de los músicos que veían multiplicarse a través del nuevo viento sus posibilidades expresivas.