La evolución del lenguaje armónico y el progresivo enriquecimiento de la orquestación obligan a los trompetistas, entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, a utilizar los tubos o secciones de recambio. tubos adicionales de variadas longitudes que en síntesis permiten a los ejecutantes tocar en varias tonalidades con el mismo instrumento. Estos ejecutantes llevaban consigo una pequeña carpa que contenía todos los tubos necesarios. En los momentos de pausa proceden, cuando la obra lo exigía a sustituir los tubos de recambio para poder ejecutar el pasaje siguiente. Fue solo a comienzos del siglo XIX que se comenzaron a construir trompetas con pistones. Halévy en su Ópera La hebrea (París, 1835) fue uno de los primeros en adoptar la nueva trompeta. El uso de los pistones facilitaba la ejecución pero de pronto los trompetistas, demasiado apegados a la trompeta natural, se negaron a usar la de pistones. Este obstinado prejuicio fue causa de que la moderna trompeta a pistones entrara en la orquesta sinfónica solamente hacia fines del siglo pasado.
El mecanismo de los pistones agilizar notablemente la corneta, instrumento derivado del corno de postillón El gran éxito popular alcanzado le permitió ser utilizado en lugar de la trompeta hasta que los trompetistas admitieron que las nuevas exigencias musicales hacían necesario el uso de la trompeta a pistones.
El repertorio de los siglos XIX y XX no prevé, salvo en casos raros el empleo solista de la trompeta; por el contrario, son notables las partes que el instrumento tiene a su cargo en muchos pasajes operísticos y sinfónicos. Después de los ejemplos de Spontini /La Vestale), Rossini Guillermo Tell) Meyerbeer /Los hugonotes); se llega a Wagner (Lohengrin, Tristán e Isolda, El anillo de los nibelungos), Verdi (Otello, Aida con la famosa marcha triunfal)
Strauss (Salomé, Elektra) Puccini Son muy inte- (Turandot) Strawinsky (El ruiseñor) y Bers (Wozzeck) Son muy interesantes las intervenciones de la trompeta en las obras sinfónicas de Liszt, Faure, Debussy, Ravel, Casella y Hindemith, así como Strauss y Shostakovich y en las obras camerísticas de Saint-Saens, Davernoy, D’Indy, Pierna, Françaix, Sauguet y otros.
Cabe recordar, como ya se ha senalado al principio, el fabuloso y extraordinario mundo del jazz y de los artistas populares negros, personificados en la va legendaria figura de Louis Armstrong, llamado Satchmo. La impetuosa vitalidad y el imaginativo virtuosismo de los trompetistas de Nueva Orléans han convulsionado la praxis de ejecución moderna y han abierto los compositores, perspectivas nuevas y fascinantes.


