El otro motivo por el que hemos recordado los comienzos del futuro autor de la Creación es que él aún tocando varios instrumentos (clave, violín y órgano) nunca fue auténtico virtuoso en ninguno, como lo demuestran las muchas Sonatas para clave, escritas en un estilo de mediana dificultad (la comparación con la contemporánea producción de Mozart confirmó la sensible distancia técnica que debía existir entre ambos compositores-ejecutantes). Nos asombra, además, el hecho de que en su inmensa producción (más de cien Sinfonías, ochenta y tres Cuartetos para arcos. veintitrés obras teatrales, Tríos, Divertimentos, demostrado tan Cantatas), Haydn haya demostrado tan poco interés por el Concierto para instrumento solista y orquesta, género que, exactamente en su época, se afianzaba entre los más atrayentes y «a la moda».
Cabe recordar que en ello el compositor austriaco no empleó a fondo sus posibilidades creativas. Y sin embargo, entre la treintena de obras que ha dejado, se encuentran algunas destinadas al violín y al piano, como también al contrabajo, la trompeta, el corno, la lira, lo cual indica que la sensibilidad instrumental tan brillantemente desarrollada en la escritura sinfónica (piénsese en las muchas frecuentes intervenciones solistas de timbales, maderas, trompetas) llevaba a Haydn a elegir timbres desusados para ubicarlos como protagonistas en sus Conciertos.
Se debe agregar que eran número de los Conciertos de Haydn pertenece a los años de su juventud y que posiblemente el menor brillo de esas composiciones no procede de un congénito rechazo hacia la forma del Concierto, sino a lo fortuito de su creación, al apremio de su escritura, a la obligación de preparar un trozo de ameno entretenimiento. Como es sabido, en el repertorio corriente del compositor han quedado solamente el Concierto en re para violoncelo y el dedicado a la trompeta, compuesto en 1796 dos casos casi aislados que han inducido a dos estudiosos como Wellesz y Sternfeld a hablar de la «incompatibilidad fundamental entre la manera de Haydn de acercarse a la música y los elementos necesarios al Concierto, cuyo punto de partida es el dualismo más que la unidad» Y añaden; «El contraste de los temas característicos que deben completarse entre el tutti y el solo choca con el concepto que Haydn tenía de la forma, considerada como una unidad progresiva, en la que los temas se desarrollan partiendo de un germen musical veces no muy diferenciado como en las exposiciones monotemáticas de sus Sinfonías


