No debe asombrarnos si gran parte de los Conciertos de Haydn está destinada indistintamente al clave o al piano (que aún no había reemplazado al antiguo instrumento de teclado) o al órgano en cuanto a los que escribió explícitamente para órgano, tal vez no sean sino tres en do mayor que Hoboken, autor del catálogo general de las obras de Haydn Indica con los números 1, 5 y 8 de la sección XVIII El primero lleva la expresa indicación de Concierto para órgano? en tanto que para los otros dos, en un catálogo redactado por el autor, aparece esta aclaración «todavía otros dos Conciertos para órgano en do aunque hay copias también del primero tituladas para clave.
Parecería ciertamente singular que, después del grandioso aporte a la literatura organística realizado por Johann Sebastian Bach, en la segunda mitad del siglo XVIII se volviera al empleo del tradicional instrumento de iglesia a quien la historia más reciente parece ignorar. Pero es exactamente en la extraordinaria complejidad de escritura contrapuntística bachiana donde residen las razones del triunfo y tal vez del agotamiento de la fuerza expresiva del órgano. No es casual que la ampliación de las posibilidades de este instrumento sea casi un privilegio de la cultura germánica, proyección de una religiosidad más compleja y reflexiva, nada ajena a intelectualismos y amante de las grandes arquis texturas sonoras. En las católicas Austria, Italia y España, la estructura misma de los órganos responde a funciones más modestas, corresponden a una religiosidad más simple e inmediata, a una relación hombre Dios menos solemne y rígida, a un sentido del espacio, sonoro y arquitectónico (el de las iglesias donde resuena el órgano), concebido a la medida del hombre.
En Eisenstadt, durante el largo período que pasó al servicio de los príncipes Esterházy, Haydn podía disponer de cuatro órganos pero se trataba de pequeños instrumentos que no eran de concierto, adaptados a las funciones de la misa, en los que Haydn estaba obligado a ejecutar los domingos y en otras festividades; nada comparable, en suma, con los grandes órganos de las Catedrales de Colonia o de Leipzig para los cuales había nacido idealmente la gran producción de Bach. Y a aquellos años pertenecen los varios Conciertos para teclado escritos por Haydn, incluso aquel “para órgano” El único que tiene una fecha segura: 1756 (el autor contaba apenas veinticuatro años). Difícil es afirmar si en aquella época Haydn conocía los Conciertos para órgano compuestos por Haendel. Con todo, se trataba de obras concebidas en el ámbito de la Sonata a tre* barroca, articuladas en cuatro movimientos y que aun concediendo mucho al virtuosismo instrumental consideraban al órgano todavía como instrumento de iglesia; en efecto, era el mismo Haendel que los ejecutaba como «preludio a sus Oratorios sacros, para intensificar el efecto de sus grandes frescos sonoros con el brillo de sus intervenciones solistas.
En cambio, los modelos hacia los que tiende Haydn son los Conciertos para clave de Georg Matthias Monn y Georg Christoph Wagenseil, dos autores que preparan el pasaje de la época barroca al Clasicismo vienés. En el juvenil Concierto en do mayor manifiesta su inclinación a adoptar la forma «profana del Concierto en tres movimientos (cara a Vivaldi, a Bach y a sus hijos y a Mozart), a olvidar completamente el carácter sacro del instrumento, pensándolo como un teclado «puro», a preferir temas breves y marcadamente rítmicos, a privilegiar su innato sentido de las proporciones. Las crónicas relatan que Haydn compuso este Concierto para órgano destinado a la ceremonia de la toma de hábito de su alumna Therese Keller a quien amaba y que había sido obligada por sus padres a recluirse en un convento; sin embargo no se percibe en estas páginas el suave aliento del Claustro de las Clarisas en San Nicolás. En el Allegro moderato inicial se desprende una alegría, un tratamiento discursivo que no revelan en modo alguno las penas de amor que Haydn y Therese debían sufrir en ese momento de su definitiva separación. Se piden al órgano todas sus posibilidades de virtuosismo brillante, no hay frase que no esté enriquecida con trinos*, apoyaturas*, ornamentos*; son muy frecuentes las escalas ascendentes y descendentes en rápidas fusas, los pasajes en tresillos*, de cuatro notas, semifusas; efectos que conducen más bien a la ágil escritura clavecinista que a la grave solemnidad del gran teclado del órgano. La estructura es la temática de la forma-Sonata* con un vigoroso primer tema en do mayor, curiosamente de cinco compases (en lugar de los cuatro habituales) y con un más modesto segundo tema en sol mayor; pero como frecuentemente ocurre en las
Sinfonías y los Cuartetos de Haydn, no sólo en los juveniles, la dialéctica entre los dos elementos no es particularmente percibida y es reemplazada por una compacta unidad en que el primer tema es el que se destaca netamente.


