En el panorama de la música renacentista, se considera de gran importancia el nacimiento de la música instrumental, la música que se vale del instrumento para expresar una idea musical autónoma, no como simple tenor o sustituto del canto, es decir, de la voz humana como hasta entonces había ocurrido.
Entre los principales protagonistas de las nuevas formas instrumentales, asumen un papel importante los instrumentos de cuerdas punteadas, sobre todo el laúd (característico instrumento con fondo convexo, de origen árabe) y la vihuela (de procedencia española, semejante a la guitarra pero afinada como el laúd), que tuvo particular difusión en España, donde la cultura social tendía a valorar especialmente los instrumentos de origen latino, en oposición a los de ascendencia árabe morisca. Asimismo, la guitarra, cuyo origen latino y no árabe es sostenido por las más acreditadas teorías modernas, alcanzó los honores de la imprenta (la impresión musical era de data reciente) y aunque su repertorio del siglo XVI es limitado, se cuentan entre las expresiones más significativas por su genuina expresividad las punteras obras para guitarra, instrumento que en esa época no tenía más que cuatro cuerdas (tres dobles y una simple), aparecen en los libros de piezas para vihuela de Alonso de Mudarra y de Miguel de Fuenllana, publicados en Sevilla, respectivamente, en 1546 y 1554. En Italia, Melchiorre de Barberis hizo algo semejante al incluir algunas Fantasías para guitarra en su volumen dedicado al laúd e impreso en Venecia en 1549.
Le Roy & Ballard y Granjon & Ferandat, quienes publicaron nueve libros (los que todavía se conservan) enteramente dedicados a la guitarra, además de un primer método para el aprendizaje del instrumento y otras obras, lamentablemente perdidas. En cuanto a la fama alcanzada en Francia por la guitarra, nos informa un tratado sobre ella y la guitarra, de autor anónimo, publicado en Poitiers en 1556, donde se lee: «desde hace quince años, todo el mundo se ha puesto a tocar la guitarra, al punto que abundan ahora más los guitarristas en Francia que en España». Instrumento típica y auténticamente popular, de factura sencilla, fácil de adaptarse a todo tipo de expresiones musicales, la guitarra que durante siglos solo había vivido en las formas más espontáneas del arte popular, protagonista de una historia que entonces, como ahora, nadie había relatado, ingresaba en la nobleza musical del Renacimiento con toda su impetuosa vitalidad al reducir las complicadas líneas polifónicas flamencas, al poner el contrapunto al alcance de los espíritus, incluso los más simples, y de las danzas populares.


