La época Romántica 

En la página “Heitor Villa-Lobos”, fotografía de 1909. Por gentul concesión de Abril Press, San Plablo, Brasil.

La época Romántica 

Los artistas que más se han distinguido con la guitarra en la primera mitad del siglo XIX han sido italianos y españoles, aunque no alcanzaron mayor éxito en sus países de origen donde existía gran entusiasmo por el melodrama y escaso interés por la música instrumental. Se dirigieron entonces hacia aquellas capitales de la música (París y Viena)

que tenían en mayor estima su arte.

A ese respecto las historias acerca de la guitarra se complacen en ofrecer anécdotas y amenas ocurrencias respecto de los inevitables encuentros entre los grandes guitarristas que viajaban de una ciudad a otra para entablar « duelos con sus rivales, engrosando así las filas de los propios partidarios y creando verdaderos bandos de guitarristas. En realidad la crítica musical de aquellos años, luego de haber juzgado con benevolencia las primeras actuaciones del napolitano Ferdinando Garulli en París (1808) y de Mauro Giuliani, nativo de Puglia, en Viena, se pronunció bien pronto contra tantos guitarristas que deambulaban y tanta música para guitarra en la que era difícil encontrar algo bueno, calificando de «ingrato’* al instrumento, útil tan sólo para acompañar la delicada voz de las niñas. 

Por ello el astuto Paganini guitarrista sumamente experto que no quiso perjudicar su prestigio musical no consintió que lo escucharan más que sus pocos íntimos en aquellas veladas que con placer hacía abandono del violín por la guitarra Hoy la crítica y la industria editorial revalorizan el repertorio romántico de guitarra que aparece como una auténtica mina aún inexplorada cuya amplitud podría asegurarle un lugar prominente denoso de la música instrumental del siglo XIX.

Lo prueban las aproximadamente quinientas obras de la producción de Carulli, las ciento cincuenta de Giuliana y las centenares de otros importantes autores como Carcassi, Legnani, Molino etcétera.

Las obras de estos autores incluyen, además de las composiciones para guitarra sola o para dos guitarras, música de cámara con las más variadas combinaciones de instrumentos guitarra y flauta, guitarra y violín, guitarra y piano, guitarra y teto o cuarteto de arcos, así como los titánicos intentos de oponer la guitarra a la masa orquestal realizados por Molino y Carulli y mejor aún por Giuliani, al escribir sus Conciertos para guitarra y orquesta

Durante el Romanticismo la guitarra se define plenamente con vigor emerge su naturaleza acordes, escalas y arpegios* son un elemento de prueba para eficaces modulaciones y audacias virtuosismos. Las melodías pueden ser dulces al estilo mozartiano o brillantes

a la manera de Rossini.

Fantasías, Temas con variaciones, Estudios, Preludios, trozos breves, en general se adaptan muy bien a la expresividad de la guitarra y aunque más raras, no faltan las Sonatas en estilo beethoveniano. No sin cierta presunción los guitarristas vieron su propio Beethoven en Fernando Sor, el mejor guitarrista de la escuela española, célebre aún hoy por sus Variaciones sobre un tema de Mozart así como por toda su producción en la que descuellan las Fantasías y los Estudios, fundamentales aún hoy para la técnica de la guitarra.

La segunda parte del siglo XIX contrariamente a la primera, es pobre ideas decididamente rezagadas en comparación con el avance comprobado en el campo musical.

Símbolo de esta crisis artística és el compositor Francisco Tárrega que en su modesta producción no alcanza a superar la muestra de un delicado decadentismo en tanto su discípulo Miguel Llobet nos habla ya del Impresionismo de Debussy.

Deja una respuesta