Idiófonos criollos

Platillos -generalmente, de factura artesanal-, metálicos, con un orificio central por donde pasa una cuerda que los une, siendo en ocasiones pintados los bordes con colores vivos.
El triángulo su nombre es más que elocuente-está conformado por una varilla metálica con esa forma geométrica y tiene en uno de sus ángulos un asa utilizada para sostenerlo, mientras con un trozo de la misma varilla, o un clavo, se lo percute.
Son reconocibles en las bandas de sikus y otro aerófono criollo como base acompañante rítmica.
Catamarca, La Rioja, San Juan o Humahuaca los cuentan en sus registros en los más diversos actos musicales-vidaleando, en misachicos, de carnaval, etcétera-.
El sonajero o sistro es otro de los idiófonos criollos y un ejemplo más de las variadas maneras de utilizar trozos metálicos ensartados por un alambre (restos, tapas, plaquitas) que, al ser batido, produce sonido de acompañamiento
Se han hallado sistros frecuentemente llamados istro conformados por corchos que separan los metales, rectos o circulares.
Algunas teorías sobre su uso dan fe de la utilización para ahuyentar los demonios, mediante su ejecución.
Las matracas y carracas: se trata de un instrumento reconocido en las formaciones musicales o bandas indicando, al ejecutarse, el comienzo o fin de una interpretación.
Es una ingeniosa elaboración de madera consistente en una rueda dentada con un eje extenso (que sirve de mango), una lengüeta tomada al marco-también de madera que, al hacerlo girar y rozar la lengüeta en la rueda dentada, genera sonidos.
Existen en tamaños y formas variadas, y hasta se los conoce adaptados dentro de una caja de madera-para amplificar su sonoridad-, o también síntoma claro de transculturación en el interior de un envase plástico.
Membranófonos Criollos

Este capítulo de instrumentos comprende, nada más ni nada menos, que la amplia gama de bombos largos, chatos, anchos o similares, cuya diferencia fundamental está en la construcción y aplicación, pero manteniendo el genérico concepto de parches, caja sonora y palillo o maza percutora.
El bombo es un cilindro de madera blanda ahuecada de un promedio de 40 a 50 centímetros de alto y diámetros variables, pero próximos a los 40 centímetros.
Cuentan con dos parches: sobre el particular existen constancias de que han sido realizados de toda clase de animales, pero básicamente son de oveja o cabra.
Están sujetos a sendos aros que ajustan las bocas del cilindro: mediante la utilización de tientos, que a su vez abrazan los aros (de madera dura) ubicados sobre los que se ha fijado el cuero, se tensa el parche con presillas logrando diferenciación sonora.
Son de procedencia europea y su adaptación a nuestro medio en el centro-noroeste es muy notoria.
Se lo percute con dos palillos (baquetas) sobre un solo parche.
Es frecuente la denominación de legüero, término devenido de su propalación auditiva a la legua-5196 metros, aproximadamente unas cuarenta cuadras-.
Al redoblante se lo conoce también como redoble.
Se trata de un símil del utilizado por las bandas militares o fanfarrias y, en el medio folklórico, integra las comparsas.
Originalmente era de madera con correderas de soga y presillas de cuero. En la actualidad se han difundido los de factura industrial, que son metálicos (cuero y aros), y la tensión se hace mediante varillas roscadas.
Generalmente no exceden los cuarenta centímetros de alto.
La caja es un tamboril, de forma cilíndrica -aunque se han hallado también rectangulares, con caja de madera de no más de veinte centímetros de alto, con dos parches fijados me-
diante una costura a los aros de mimbre o equivalente maleable-, que calzan ajustadamente sobre la caja.


