Un hombre esquivo y reservado

No es fácil concebir a Enrique Cranados y Campiña como un contem poráneo de Debussy y de Mahiler, de Salle y de Busoni Sin embarzo Granados, nacido en 1867 era más laven que todos estos artistas y apenas algo mayor que Ravel, Scriabm y Schoenberg Pero la España en que vivió Granados no era ciertamente semejante a Francia. Austria o Rusia de fin de siglo. No es que España perteneciera a otro planeta. En otoño de 1893 en Barcelona, el anarquista Paulino Pallas que arrojó una bomba contra el general Martinez Campos fue apresado y ajusticiado en noviembre. Santiago Salvador, para vengar a Pallas atenta en el
Teatro Liceo durante una representación Guillermo Tell ocasionando la muerte de veinte personas “Pero Granados”—escribe Ruiz Tarazona— “permaneció ajeno a toda implicación en los acontecimientos. En tanto la situación político-social de los respectivos países se reflejaba en la música francesa, austriaca y rusa como crisis de identidad del músico y como crisis de la tradición y del lenguaje, en España se producía con cuarenta años de retraso la relación músico-sociedad del período inmediatamente posterior a 1818, al extremo de que Granados podía sentirse más cerca de Mendelssohn de Sc Humana que de sus contemporáneos Debussy y Ravel, Las aspiraciones que Granados, de poco más de treinta años, confesaba en una carta a su esposa son, a nuestro parecer curiosamente reveladoras
¿Ambiciono ser en mi país lo que Saint-Saens & Brahms son para el de ellos?
Si recordamos que Brahms había nacido en 1833 Saint-Saens en 1833, podemos comprender hasta qué extremo se identificaba Granados con la generación anterior a la suva Flabria pudiendo entonces compenetrarse de cuanto acontece en la España de su tiempo? La respuesta obligada es que no.
En 1890 se había realizado la boda de Granados con Amparo Gal (2 quien llamaban Tintín) al lío de un noviazgo iniciado musicalmente en 1887 con las Garras de amor y los Valses de amor y estaba ahora aguardando la llegada de su primogénito. Procuraba entonces dar tantas lecciones de piano cómo se requerían para atender holgadamente a las necesidades de su familia y componía con lentitud las doce Danzas españolas comenzadas en 1890.7
Asumo una actitud contraria a las costumbres de sus contemporáneos españoles (Albert, Arbós, Malats y Casals, trotamundos, y Ricardo Vines, instalado en París apoyando a Debussy), actitud que encarnaba con firmeza desde hacía algunos años o sea la postura del profesor privado de piano que viviendo y trabajando duro en una ciudad culturalmente provinciana, aspira con sus composiciones a ser conocido por el público internacional de los entusiastas del piano, público amante del fruto exótico pero en realidad tradicionalista y conservador.
Granados, al proceder en consonancia con este mundo, logró abrirse paso. Había comenzado en 1884, a los diecisiete años, con dos Ma. zurcas tituladas respectivamente Clotilde y Elvira, tres años después al encontrar a la que sería su esposa, compone para ella las Cartas y los Valses ya citados además de un Vals más audaz titulado Caricia, un
Minuet de la felicidad y la Morisca (dedicada a su madre). Procuraba honestamente asegurar su bienestar. Lecciones de piano; composiciones que agradaran a los aficionados. Este buen público internacional, amaba lo exótico y despuês de haber aceptado sucesivamente al polaco Chopin, al húngaro Liszt, al criollo Gottschalk, al escandi navo Grieg y al ruso Tchaikovsky, estaba aceptando ahora al español Albéniz. Granados avanzó prudente y metódicamente por la senda abierta por Albéniz: comenzó en 1890 con las Seis piezas sobre cantos populares españoles (alcanzando éxito especialmente con el Zapateado final) y prosiguió con las Doce danzas españolas. La primera, Galante dedicada a Amparo Gal, fue bien recibida y así la segunda, Oriental; la tercera, Fandango; la cuarta Villanesca. La quinta, Andaluza aparecida en 1893, fue un estallido. Quien nunca ha escuchado las guitarras crepitantes y la melancólica melodía de Andaluza, quien no ha gustado *la atmósfera voluptuosa y trágica de los patios de Granada en tiempo de los moros» (H. Gollet) puede desconfiar de su sensibilidad auditiva. Ejecutada por aficionados, incorporada a los repertorios de concertistas como Jözef Hofmann y Arturo Benedetti Michelangeli, Andaluza ha conquistado un sitial indiscutible en el ámbito de la música de salón y bastaría por sí sola para sostener el nombre de Granados; por otra parte, este éxito dio al compositor ganancias nada despreciables. Posteriormente Granados continuó metódicamente la composición de las Danzas españolas, comenzó a escribir obras teatrales y volvió a los conciertos.
Del pianista Granados nos han llegado algunas pruebas directas registradas en rollos de pianola y en discos, de las que surge la imagen de un instrumentista deslumbrante. Al haber nacido en una pequeña ciudad de provincia como Lérida, de padre militar, comenzó el estudio del piano con un músico militar, el capitán Jose Junquera. Trasladada la familia a Barcelona, prosiguió sus estudios musicales en la Escolanía de la Mercê con Francisco Javier Jurnet: Junquera y Jurnet, nombres que no registra la historia. Están lejos los maestros que un joven talento se podía tener en Paris, en Leipzig. Viena o San Petersburgo y es probable que estos comienzos condicionan no solo la carrera sino que también:
influyeran en la modalidad reservada y esquiva de Granados. Finalmente Granados conoció a un maestro de óptima reputación local, Juan Bautista Pujol, que había fundado una escuela basada en el modelo francés de enseñanza. En 1883 obtuvo el primer premio por su ejecución de la Sonata en sol menor de Schumann al finalizar el curso de Pujol e
Inició los estudios de composición con Felipe Pedrell, considerado como el fundador de la música moderna española y de los estudios musicológicos en España.
Los únicos contactos con un ambiente musicalmente mus evolucionado datan de 1887 y 1889 durante la residencia de Granados en París La capital francesa era el centro al que todos los jóvenes músicos españoles de otros países de Europa Acudían a completar su formación.


