España – Suite Pastorale y otras piezas para orquesta

Francisco Sguera

España – Suite Pastorale y otras piezas para orquesta

Entre Offenbach y Wagner

“Y a no amo sino a Offenbach y a Wagner» exclamó Chabrier al llegar al término de su breve existencia: dos polos opuestos de la música que el compositor francés, con su humor siempre propenso a la boutade, quiere unir más que distinguir desea fusionar bajo el signo de su personalidad inconfundible.

En algo semejante pensaba también uno de los hijos de Chabrier cuando, al referirse a su padre, afirmaba que poseía un auténtico espíritu de don Quijote apenas oculto en un cuerpo de Sancho Panza.

¡Y cuánto ha influido el aspecto físico de Chabrier en la definición de su personalidad! Sobre todo el famoso dibujo de Edouard Detaille que lo muestra de espaldas, sentado al piano, envuelto en un desaliñado gabán demasiado largo y demasiado grande, en una actitud que lo hace parecer cómodamente tendido sobre un sillón (algunas botellas al costado del instrumento contribuyen a una impresión desfavorable) ha dado origen a la leyenda de un Chabrier desprejuiciado, como compositor y como hombre, propenso a la deformación grotesca, bufonesco, offenbach piano. Pero también al observar los retratos muchos porque Chabrier era amigo y admirador de pintores aparecen las contradicciones: el cuadro de Manet de 1881 nos revela al hombre aplacado, tranquilo, de mirada perdida como en un sueño, los finos labios, de rasgos elegantes, que se animan en un esbozo de sonrisa dulce, candorosa.

Es fácil, tal vez demasiado fácil, encontrar dos almas en Chabrier, dos personalidades, dos instintos en continua contradicción e irreconciliables en una coherente personalidad de artista; además Chabrier, a pesar de su aparente alegría, no llevó una existencia feliz en parte a causa de la enfermedad que lo atormentó largamente y que lo sustrajo a la vida demasiado pronto. Pero también esta interpretación del personaje sea, probablemente, inexacta pues tiende a distinguir el elemento cómico del lírico, Offenbach de Wagner, en lugar de considerarlos como manifestaciones de una personalidad artística excepcional que halla su exacto equilibrio entre ambos extremos. Casi siempre en los juicios que se emiten sobre este músico, se tiende a evidenciar uno de los dos planos de su inspiración, el de las obras líricas que parece el más comprometido, el más serio? o bien el que recibe alegre inspiración del folklore de lana. tiva Auvernia o de la España idolatrada que imita los sonidos un poco desenfrenados del circo o compone Cuadrillas* basándose en temas serios. No existen, sin embargo, dos Chabrier. Al indagar en una u otra dirección se encuentra siempre el sello inconfundible de su sensibilidad de artista que cuando parece aproximarse más a Wagner, de pronto, guiñando el ojo produce una agria disonancia o deja estallar una or questa estruendosa de color y fantasía que mientras esboza una parodia, sorprende con una efusión lírica. Lirismo delicado de una transparencia tan refinada que evoca, como lo advirtió Cesar Franck, los antiguos clavecinistas franceses. Tal es Chabrier, tales las contradicciones de las que emana su encanto que no ha cesado de significar una provechosa y estimulante lección para cuantos llegaron después de él.

Debussy no le debe mucho, pero el gusto clavecinista de sus primeras obras para piano de la Suite bergamasque a Pour le piano y ciertos preciosismos en la orquestación de los Nocturnos. El mar y de Iberia, reflejan un interés nada superficial. El joven Ravel, en cambio, es un fanático, admirador como lo demuestra claramente en la Habanera y en La Valse; todos los músicos del Grupo de los Seis, sobre todo Poulenc comparten su admiración. Existen asimismo ciertos momentos de Pes petrouchka de Stravinsky que semejan textuales citas de España.

La presencia vital de Chabrier en la música francesa no consiste sólo en la enseñanza de ciertos virtuosismos de orquestación, se trata de algo más hondo que compromete la auténtica naturaleza del músico. Es su actitud antirromántica, su postura ante la música entre emocionada y divertida, sin falsa retórica, sin demasiadas ilusiones.

Determinadas actitudes anti académicas de Chabrier, por otra parte, se comprenden realmente sólo luego de un examen más profundo de su vida y de su formación musical. Descendiente de una familia burguesa de hombres de leyes, Alexis Emmanuel de carácter expresivo, a veces algo extravagante nace el 18 de enero de 1841 en Ambert, pequeña

ciudad del departamento de Puy-de Dôme, ubicada en la montañosa región de Auvernia de la Francia centro-meridional.

Aunque destinado por tradición familiar a los estudios legales, el pequeño Emmanuel, recibió una somera educación musical, contando sólo seis años realizó estudios privados de piano. El maestro elegido, Manuel Zaporta, pertenecía a la nutrida colonia española de Puy-de-Dôme, formada en la época de la revolución carlista, cuando los partidarios de don Carlos emigraron en masa a Auvernia, derrotados por las tropas de la regente María Cristina.

Es posible afirmar que la elección del maestro determinó grandemente el destino del músico pues despertó en él aquel gusto, aquella preferencia por ciertas características populares que constituyen un elemento fundamental de su arte a los seis años estaban ya presentes en Chabrier los gérmenes de España.

Zaporta que había llegado a cierta notoriedad como pianista en la región, no insiste demasiado en los problemas de técnica o en el análisis de los clásicos del teclado al contrario, enseña con desordenada genialidad y confía más en su fantasía y en la de su discípulo que en un vigoroso programa pedagógico. Desde estos primeros años, el pianismo de Chabrier resulta extremadamente colorido y su técnica aunque no depurada es brillante. El estudio del piano es considerado sólo como un entretenimiento por la familia Chabrier, en primer término existe la preocupación por los estudios escolares Así cuando el niño completa el ciclo elemental, la familia se traslada a Clermont-Ferrand con el propósito de que Emmanuel inicie sus estudios secundarios. En esta ciudad el joven tiene un importante encuentro vinculado con la música un violinista polaco llamado Tarnowski que lo inicia en el estudio de la composición Y Chabrier con particular entusiasmo ahonda en los ritmos polas cos enriqueciendo sus conocimientos de los estilos populares

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