
Es innegable la existencia de nexos entre los Poemas sinfónicos y las Sinfonías pero la materia musical, aun afín, está organizada en la Sinfonía desde lo interior, enriquecida por hondos contenidos espirituales, libre como resulta de la exigencia literaria integradora un material, en suma, para utilizar la clara expresión de Busoni, dónde leyenda y naturaleza se dan la mano» Pero mientras los Poemas sinfónicos (de En Saga a La hija de Pohjola, de Las Oceánidas a la Cabalgata nocturna y alba hasta Taparla) se articulan según constantes ricas en imaginación inspirada en la naturaleza, sostenidas también literariamente, en cambio las Sinfonías a partir de la Tercero parecen rechazar todo modelo tardorrománico en nombre de una forma elíptica* que encadena la estructura interna de cada movimiento según una continua rotación de algunos temas cíclicos, interferidos por continuas digresiones episódicas. así como por variantes melódicas. Por lo tanto una suerte de búsqueda criptográfica de motivos germinales que ha sido comparada a la innovación musical de Bartók, salvo que Sibelias no la emplea unitariamente. Si la Quinta Sinfonías está aún ligada al clima expansivo del Romanticismo tardío marcadamente eslavo, la Tercera, Cuarta y Sexta tienden a una concepción intelectualizada, directamente a una naturaleza cama-rística o bien a aquel clima del Nuevo Clasicismo que propugnaba su amigo Busoni. Experiencias finalmente reunidas en la Séptima Sinfonía (en un solo movimiento), obra de singular solidez y coherencia. Aquí la sencillez popular, el encanto de las cosas domésticas, los sueños y las aspiraciones de siempre son el eco de seculares lejanías; reflejan (como en las Gigues de las Imágenes de Debussy) pasos de danzas populares, acentos místicos de Coral e incluso visiones naturales espaciadas o sea un mundo tenazmente amado y sufrido.
Aceptada la fluencia inventiva, en la realización formal, conviene recordar la rara virtud de Sibelius al tonificar la música en contacto orgánico con la realidad, con las cosas, para elevarla luego a las más solitarias y abstractas meditaciones. Entonces los pedales orquestales característicos de Sibelius, las superposiciones caórdicas, los timbres densos pero claros, así como las referencias al folklore, son imágenes nativas como el granito rosado de las costas de Finlandia, la belleza dura y arcaica de las islas. Al ver aquellas rocas graníticas decía a su discípulo Torne Comprendemos porque logramos armar la orquesta como la trata moste De esta relación con las cosas, surge entonces un cateo sonoro de Duros lineales armonías sobrias. abiertas tramas contrapuntísticas y so
bre todo surge la inconfundible espacialidad, solemne pero con esteemed amentos de tardía primavera donde la madrépora lacustre de la terra de Finlandia decora para siempre las florestas y los ciclos Reflejados, el horizonte del mundo face las voces vivas, las liguillas y las cantos de le. yenda. Naturaleza madero donde el hombre se atempera en la dureza del
aislamiento. Y he esta despierta e imaginativa soledad se lleva tarea del Selas la voz de fierro san másico épico del Romanticismo, advirtiendo los presagios (aunque tardos) de la nueva condición impresionista explicada por no poca música de Inglaterra y de América en la primera mitad del siglo XX que serán más tarde las tierras de su más estable influencia y fortuna


