El interés musical del siglo XVIII se concentra en el nuevo estilo vocal del melodrama y las progresivas técnicas del violín que dejan poco o ningún espacio a los viejos instrumentos punteados. Las composiciones para guitarra de los primeros años del siglo (De Murcia, Le Cocq.Campion) ya no tienen siquiera la divulgación de la imprenta y permanecen manuscritas. El color de un pintor como Antoine Watteau revive aún su recuerdo pero el aire encantado y triste de algunos de sus guitarristas aletea como una tardía evocación.
Mientras el laúd va declinando después de haber sido exaltado por Francesco de Milano, por Jean-Baptiste Besard y las obras de otros Innumerables autores hasta la culminación definitiva y final de las estupendas creaciones de Johann Sebastián Bach, la guitarra penetra en su propia cotidianeidad contando con la fragilidad de sus cinco cuerdas dobles y con la dificultad de lectura de la tablatura que ya no responde a las exigencias expresivas de la nueva música del siglo XVIII llegada la Revolución Francesa, también la guitarra está dispuesta a romper con la tradición del pasado y gracias a la obra de oscuros pero geniales artistas y artesanos, se la presenta bajo una nueva taza, posee seis cuerdas simples y su repertorio se escribe en notación moderna, ya no en tablatura? Esta nueva guitarra romántica* recibe pronto el favor de la gente y de los artistas que se entregan a ella apasionada y exclusivamente. Después de haber sido junto con el arpa el instrumento de las niñas de la alta y media burguesía que cantaban Arias y Romanzas en las veladas familiares, la guitarra llega a ser el instrumento estudiado por óptimos músicos que pretenden demostrar, con renovado empeño, que la guitarra es semejante a los demás instrumentos hasta, posiblemente, con mayor capacidad de expresión.


