El “Segundo Concierto”, 2da Parte

Francisco Sguera

El “Segundo Concierto”, 2da Parte

Este episodio de rica y potente sonoridad —uno de aquellos pasajes típicos del sinfonismo posromántico— desemboca en un delicado bordado del piano que propone en sugestivas variantes, la parte final del primer tema. Desde este momento comienza una amplia coda* que concluye el primer movimiento con intensa paleta sonora.

El Adagio caracterizado por frecuentes contrastes entre el ritmo binario y el ternario que dan a la página una inconfundible indeterminación, está invadido por un genuino lirismo. Después de una serie de acordes sombríos el piano dibuja una delicada línea de arpegios*, sobre la cual la flauta y después sobre todo el clarinete presentan un tema muy logrado, una creación realmente original en su conjunto algo abandonado y monótono, de vago tinte exótico. Con gran sencillez la trama del discurso se desenvuelve, en hábiles pasajes, del clarinete al piano, mientras los otros instrumentos entretejen una ininterrumpida trama de armonías que da a la página una particular perspectiva sonora.

Más adelante se rompe el encanto y un episodio central nos lleva al clima de un más convencional pianista de concierto, caracterizado por el virtuosismo; sin embargo, al final vuelve el feliz clima inicial en una especie de disolución más bien esquemática pero de incomparable y delicada belleza.

Al final, Allegro scherzando alterna aún varios episodios contrastantes, a veces decididamente apasionados, a veces brillantes y compromete al piano en el virtuosismo más trascendental. El principio tiene el carácter de una introducción donde aflora un peculiar motivo rítmico que el piano, después de una vertiginosa exhibición de arpegios*, hace suyo.

Junto a esta, que es la idea fundamental del movimiento, fluye poco a poco un tema melódico presentado la primera vez por la viola y el oboe en una lograda amalgama tímbrica, acompañado por los bajos y cornos en ritmo sincopado. Invención estupenda que infunde un particular encanto al episodio: el autor no logra, sin embargo, desarrollarla adecuadamente. El piano la repite con cierta monotonía y cuando vuelve, hacia el final del movimiento, no consigue despertar de la emoción de la primera vez. Entremedio hay otros episodios: un Meno mosso que presenta el motivo inicial en una delicada transformación tímbrica, más bien desligada del resto del discurso y un fragmento fugado.

La conclusión del movimiento Maestoso es previsible: el hermoso tema de la viola y el oboe pasa a toda la orquesta en tanto que el piano retoma el acompañamiento sincopado y se lanza a una intensa concatenación de acordes.

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