El primer triunfo

Francisco Sguera

El primer triunfo

Este Preludio, una de las composiciones más célebres y más escuchadas de Rachmaninov es también uno de los bis predilectos de muchísimos concertistas. Ciertas reflexiones del autor a propósito de esta página demuestran que en ella (tan a menudo adaptada a las más diversas significaciones literarias) perseguía exclusivamente un ideal de música pura: «La música pura a la que pertenece el Preludio puede sugerir o crear en los oyentes un determinado estado de ánimo; pero su misión fundamental es proporcionar un placer intelectual por la variedad y belleza de sus formas». Tal es el fin —continúa Rachmaninov— que persigue también Bach en sus innumerables y estupendos Preludios, «inagotables fuentes de delicias». Como no se puede buscar en ellos el estado de ánimo del compositor sin arriesgarse a perder mucho de su belleza, tampoco se debe buscar en el Preludio un valor psicológico porque, según el autor, no pretende «expresar un estado de ánimo sino, en todo caso, provocarlo». Estas argumentaciones de Rachmaninov interesan también por la comparación con los Preludios de Bach. La famosa página del pianista ruso, construida hábilmente y en un perfecto equilibrio de las partes, posee la clásica elegancia de las obras maestras del músico de Eisenach.

El Preludio en do sostenido menor fue el primer gran éxito de Rachmaninov y el caballo de batalla durante sus presentaciones como pianista. De su ejecución nos ha quedado una preciosa grabación discográfica no excelente desde el punto de vista técnico, pero suficiente para dar cuenta de su excepcional pianista. Impresiona sobre todo el gran acento dramático que el autor pone en su composición: en las dos partes extremas el tiempo es muy lento, la sonoridad profundamente pastosa, los sonidos graves semejan lúgubres repiques (y en esto puede apoyarse la leyenda de que el autor se inspira en las campanas de Moscú). La parte central, con cierta indecisión al principio, crece rápidamente en sonoridad y ritmo hasta alcanzar la vertiginosa e impresionante Caden-cia* que prepara magistralmente la repetición de los repiques de una expresiva intensidad. Es de advertir también el habilísimo uso del tempo rubato*, aquellas particulares oscilaciones rítmicas características del pianismo del siglo XIX. Rachmaninov se vale de ellas para acentuar el contorno de las frases (cada frase concluye siempre en un breve rallentando) y para dar gran impulso a la parte central. Es una ejecución de gran efecto que después de tantas décadas no ha sido aún superada.

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