La Edad Media, caracterizada por la espiritualidad cristiana, acusó una declinación de los instrumentos musicales en las ceremonias religiosas pero adquirió cada vez mayor relieve la práctica vocal, que tuvo en el canto gregoriano la más alta expresión de la música cristiana.
La práctica instrumental pasó así a la música profana y se difundió gracias a los trovadores, troveros y Minnesinger* que acudían a los castillos y a los juglares que se presentaban en las plazas con varios tipos de flautas y otros instrumentos de cuerda y percusión. Se debe, sin embar-go, aguardar al Renacimiento para asistir a la emancipación artística de la flauta y en 1535, se publica el más antiguo método para flauta recta escrito por Silvestro Ganassi dal Fontego, denominado La Fontegara La continua búsqueda de nuevas posibilidades expresivas llevó, por un lado, a un progresivo perfeccionamiento de la flauta de pico y por otro, al desarrollo de la flauta traversa que pronto estaría destinada a disputar la supremacía a la flauta recta.
Durante todo el período Barroco se registró una convivencia de ambos tipos de flauta y los mismos autores escriben para uno y otro instrumento. Tal es el caso, por ejemplo, de A. Vivaldi y de J S. Bach -para referirnos a dos colosos de la música barroca que compusieron muchas obras para flauta dulce no dejando de explorar en las atrayentes posibilidades de la traversa». La flauta recta, que había contado entre sus simpatizantes y ejecutantes al propio Martin Lutero, cae en desuso durante los siglos XVIII y XIX. El interés de nuestra época hacia la música y los instrumentos antiguos ha favorecido el redescubrimiento de la flauta dulce y algunos compositores han dedicado obras para el antiguo instrumento confiriéndole nueva expresividad.


