La escuela de Tchaikovsky
Para Sergar Rachmaninov, nacido en Ónega (provincia de Novgorod) el 18 de abril de 1873, como otros músicos pertenecientes también a familias acomodadas – Mussorgsky, Rimsky, Cui, Tchaikovsky-, la primera enseñanza musical fue la familiar, única consentida así como la única profesión posible era la militar. Pero cuando a los nueve años, Sergei está próximo a ser admitido en el Curso de los Pajes de San Petersburgo, una crisis financiera cambia profundamente el rumbo de su destino: ingresa al Conservatorio de San Petersburgo y luego en 1885 al de Moscú donde estudió piano con Nikolai Ziverev. En 1888, logrado su diploma elemental, pasa al curso superior de piano como alumno de su primo Aleksandr Siloti. Simultáneamente sigue el curso de contrapunto de Taneyev y el de composición a cargo de Arensky, maestro a quien mucho debe Rachmaninov sobre todo como compositor por su cálida y sentimental inspiración melódica, por el acento original, notable especialmente en sus obras vocales, donde se advierte un toque de genio así como por cierto gusto algo frívolo, de salón, que caracteriza de modo particular sus páginas pianísticas.
No obstante, el que más influyó en Rachmaninov es Taneev, de quien admira sobre todo la severa personalidad, la directa síntesis del discurso, la rígida moralidad, la segura ciencia musical.
Conducido por esos maestros realiza rápidos progresos y pronto recupera el tiempo perdido durante los indisciplinados años de la infancia. Sin embargo, a los dieciséis años, después de un altercado con Zverèv, cuyos motivos han permanecido oscuros, Sergei abandona la casa del maestro y se traslada a la de una tía paterna; paralelamente dedica todas sus fuerzas a obtener en breve lapso el diploma de piano. Transcurre el año 1891.
Al siguiente año, restablecido de una grave enfermedad, Sergei recibe una medalla de oro, premio de composición otorgado a su ópera en un acto, Aleko, representada en el Teatro Bolshoi en 1893.
A esa representación asiste también Tchaikovsky, entusiasmado por el éxito de su joven amigo: la Ópera de Rachmaninov debe mucho a La dama de pique del compositor ruso, especialmente por la «ariosa» vena melódica y el corte de las escenas.
Tchaikovsky junto a Arensky, más lineal que aquél, es el modelo de los primeros ensayos compositivos del gran pianista ruso. A una emotividad profunda, patética, rica en sentimientos se une en Rachmaninov una estupenda riqueza melódica que no conoce freno, irresistible y fascinante bajo la que se oculta más o menos hábilmente cierta parquedad en armonía e invención. Nada nuevo, ningún intento original, sólo un fácil y a veces feliz abandono a la inspiración más familiar, una aceptación incondicional de las formas tradicionales sin mezcla de elementos populares. Así es Rachmaninov.
Un editor moscovita, Karl Gutheil, se muestra entonces dispuesto a adquirir la Ópera del joven compositor, algunas de sus melodías para canto y piano y dos trozos para violoncelo, todo al precio de quinientos rublos. Para Rachmaninov esta suma representa una riqueza inesperada que le permite iniciar bajo los mejores auspicios su carrera musical a la vez que abrirse paso en el difícil mundo del arte, impulsado sólo por su audacia y sus sueños juveniles. Penetra así en el mundo de la música como compositor. El mismo Gutheil está convencido de haber realizado un buen negocio y hace al joven Sergei un segundo ofrecimiento, aún más ventajoso que el primero doscientos rublos por cinco pequeñas páginas para piano. En su modestisima habitación del hotel América, Rachmaninov se entrega al trabajo: cuarenta rublos por cada pieza es sin duda una buena recompensa tanto más que sin ningún esfuerzo realiza las composiciones que el editor desea. Se trata siempre de pocos compases, simples piezas que ostentan títulos característicos: Elegía, Preludio, Melodía, Polichinela, Serenata. El autor los agrupa como op. 3 y los dedica a su maestro y amigo Arensky pero al entregarlos al editor no se preocupa por depositarlos a su nombre ya que los considera obritas de poca importancia. Algo más tarde, el famosísimo Preludio en do sostenido menor, conocido en todo el mundo, será una de las páginas más ejecutadas del repertorio pianístico moderno.


