
El relevamiento que los investigadores han practicado en el país desde los años 30 con sucesivos trabajos de campo, más las comprobaciones actuales, permiten diferenciar instrumentos folklóricos de los transculturales: unos y otros conviven en formas artísticas diversas, cuando no modificados en su uso -bombos con pie, charangos que puntean, etcétera-.
La música, imprescindible canal de expresión de la condición humana desde su existencia, encuentra también en los instrumentos el modo de ser expresada.
Esas son las razones que han llevado a su creación, ya sea para satisfacer necesidades personales, festivas o ceremoniales.
Por cierto, en América mucho antes de la llegada colonizadora-, las poblaciones nativas ya estaban en posesión de esas creaciones, las que, al fundirse con las que iban llegando, dieron origen a nuevos textos, melodías y, también, instrumentos: éstos serían asimilados y en ocasiones adapta- dos con alteraciones que, en el afán imitatorio, cumplirían funciones básicamente equivalentes.
Las denominaciones genéricas de los instrumentos son empleadas para identificar a los que pertenecen a más de una etnia grupos homogéneos con una misma lengua, tradición y cultura, con sus respectivas aclaraciones por ejemplo, los tambores mapuches, chiriguanos, etcétera-.
Los criollos sí conservaron el nombre castellano tal cual-por ejemplo, la guitarra, y si no, el regional-quenas, sikus, etcétera-.
Los grandes grupos de instrumentos son los siguientes: flautas, bombos, tambores, silbatos, sonajeros, guitarras, acordeones y violines.
A su vez, aceptan una tipificación o clasificación por la forma en que producen sonido.
Idiófonos

Se cuentan entre éstos los que producen una vibración de su material, rígido, mediante percusión o frotación, a partir del golpe directo -básicamente, platillos y triángulos golpe indirecto-sonajeros y matracas-.
Entre estos últimos, los sonajeros de uñas son reconocidos en la zona chaqueña, como racimos que, entrechocándose, producen sonido.
Generalmente se usaban colgados de la cintura o en el tobillo.
Los sonajeros de cascabel de origen mapuche- son muy reconocidos en el Nguillatún, la ceremonia ritual de la zona patagónica del Neuquén, Río Negro y Chubut.
En este grupo también se encuentra el palo de ritmo: es una tacuara, ahuecada con un solo nudo o tapa, que al ser golpeado contra el piso da un sonido profundo; muy característico de la zona misionera.
Entre los idiófonos, el más curioso y generalizado en el territorio es la trompa -la hay mataca, pilagá o mapuche-.
Es un arco de metal, una muy pequeña herradura, que tiene fijada una varilla también metálica- muy rígida: se sostiene con una mano el marco a la altura de los labios entreabiertos, mientras la otra puntea la varilla, siendo la boca la caja de resonancia.
De origen europeo, su adaptación local hizo que se construya con restos de metal en deshecho.
Cumplirían funciones básicamente equivalentes. Las denominaciones genéricas de los instrumentos son empleadas para identificar a los que pertenecen a más de una etnia grupos homogéneos con una misma lengua, tradición y cultura-, con sus respectivas aclaraciones -por ejemplo, los tambores mapuches, chiriguanos, etcétera-.
Los criollos sí conservaron el nombre castellano tal cual-por ejemplo, la guitarra, y si no, el regional-quenas, sikus, etcétera-.
Los grandes grupos de instrumentos son los siguientes: flautas, bombos, tambores, silbatos, sonajeros, guitarras, acordeones y violines.
A su vez, aceptan una tipificación o clasificación por la forma en que producen sonido.


